La riqueza paleontológica con la que cuenta nuestro país es notoria, existiendo una amplia representación de formas de vida extintas en prácticamente la totalidad del tiempo geológico, es decir, desde la era paleozoica hasta la era cenozoica. Así, los organismos del pasado durante su actividad vital, en una escala temporal tan amplia, medida en millones de años, fueron generando múltiples posibilidades a ser sometidos al evento de la fosilización, un proceso complejo y que, por lo tanto, implica unas condiciones específicas que deben reunirse para ello, como pueden ser: un enterramiento rápido del organismo o la estructura a fosilizar, la presencia en el sedimento integrador de minerales fosilizantes como la calcita y, entre muchos otros, la existencia de partes vitales duras que no puedan ser degradas rápidamente por los organismos descomponedores.
Teniendo en cuenta la dinámica y evolución de la Península Ibérica dentro del marco de la Tectónica de Placas, se han sucedido una diversidad de ambientes y ecosistemas desde el comienzo del Paleozoico hace aproximadamente 542 millones de años, un hecho que ha estado asociado al crecimiento del fondo oceánico, al cambiante nivel de los mares y a las condiciones climáticas, apreciándose importantes regresiones y transgresiones marinas, así como cambios climáticos naturales, que de una forma inevitable cambiaron el rumbo de los acontecimientos e influyeron en la evolución de la vida en la Tierra, una historia que queda escrita en los estratos y puede ser estudiada e interpretada en la actualidad para obtener una información crucial a la hora de reconstruir el pasado de nuestro planeta.
De esta manera, a lo largo de la configuración actual con la que cuenta la Península Ibérica, se localizan expuestos en superficie diferentes materiales, de un origen y de un tiempo geológico variable en función de la influencia de varios factores como el relieve, la acción orogénica, los procesos de sedimentación, el buzamiento, la composición de los materiales, los plegamientos, los fallados, la erosión y la meteorización, entre muchos otros. Así, se ejemplifica con la presencia de Archaeocyatos del Cámbrico en la serranía cordobesa, la abundancia de trilobites del Ordovícico en Ciudad Real, la variedad de helechos del Carbonífero en Burgos, los afloramientos Jurásicos y Cretácicos de las Subbéticas en Andalucía, así como su réplica en los estratos de Guadalajara, icnitas de los grandes reptiles del Mesozoico en La Rioja, multitud de yacimientos del Cenozoico como los de Alicante con una abundancia en gasterópodos y equinodermos destacable, todos ellos, constituyen solo una pequeña alusión dirigida al rico elenco de espacios de interés paleontológico con el que convivimos.
Ahora bien, si la riqueza fosilífera en nuestro territorio es tan alta, encontrándose representada con frecuencia, ¿cómo de concienciada se encuentra la ciudadanía con respecto al respeto, cuidado, protección y preservación de este bien común?, ¿se adoptan las medidas apropiadas para ello?
La realidad es que existe una gran desinformación por parte de la sociedad que genera un vacío en el conocimiento geológico y, por consiguiente, del verdadero valor científico, traducido en una mala gestión y mínimo cuidado del patrimonio paleontológico.
Asimismo, es un hecho que numerosos yacimientos fosilíferos son explotados de manera deliberada por empresas que se dedican a la obtención de materiales para la construcción en esas zonas ricas en calizas que a su vez son fosilíferas, triturando anualmente toneladas de material fósil con un alto interés geológico y estratigráfico, ya que puede aportar una información crucial a la hora de reconstruir el pasado de la Tierra.
Además, el desconocimiento del aficionado trae consigo la recolección ilegal de ejemplares fósiles, comúnmente ammonites, trilobites, belemnites, equinodermos, bivalvos, gasterópodos, etc. Este evento conduce al empobrecimiento del lugar o la zona de la cual son extraídos, así como a la pérdida de la posibilidad de obtener una información científica certera sobre el fósil, ya que un ejemplar fuera de su contexto, lejos del estrato en el que se halló, pierde su gran potencial en datación.
Muchos de estos espacios de interés geológico aparecen como terrenos privados dedicados a la agricultura, la caza o la ganadería, otros simplemente caen en el olvido, sin ser regulados o protegidos como merecen. En este sentido, resulta lógico, pues no se puede proteger aquello que no se conoce, no se puede poner en valor aquello que no se aprecia como valioso, si la población no identifica los recursos paleontológicos como una joya, un lienzo delicado con unos trazados escritos durante millones de años, un recurso limitado, no renovable e imprescindible para conocer nuestro origen, jamás se podrá conservar de una manera efectiva, es ahí donde entra la necesidad de llevar esta temática a la educación desde los primeros niveles educativos y de una manera gradual.
El acercamiento al registro fósil es imprescindible, mediante un trabajo didáctico por medio de una metodología activa, que favorezca los procesos de aprendizaje, en un marco competencial y actitudinal, es decir, no quedándose en un aprendizaje conceptual, sino que transcienda a un conocimiento procedimental y actitudinal. En este sentido, aprovechar los contenidos curriculares de asignaturas como Biología y Geología supone un punto de partida firme sobre el cual asentar el diseño de recursos didácticos y actividades dirigidas hacia el descubrimiento del patrimonio paleontológico.
Es importante abrir varios frentes en el que se tome contacto con dicho patrimonio, una posibilidad que resulta especialmente atractiva es el estudio de regiones geológicas próximas a la localización del centro escolar en el que se está educando al alumnado, de esta manera, entra en valor la conexión que se puede hacer entre lo que se está aprendiendo en el aula con lo que el estudiantado reconoce como entorno familiar o propio, permitiendo crear unos sentimientos de empatía y protección mucho más consolidados, pudiendo servir de antesala para una mayor maduración y extrapolación a otros entornos más alejados.
Resto de ammonites sobre roca en talud de carretera |
De esta manera, un recurso paleontológico que en primera instancia parece ser dado por perdido, ya que se encuentra cumpliendo una función urbana estructural, podría rescatarse como un importante foco de interés didáctico, permitiendo al alumnado ser partícipe de su propio aprendizaje por medio de una metodología científica y crítica, que conduzca hacia el reconocimiento de todo ese patrimonio desconocido y descuidado, muy abundante en las calles de nuestras ciudades, así como en el entorno más próximo.
El interés educativo resulta incalculable, suponiendo el inicio de un camino enfocado hacia el respeto para asegurar el mantenimiento de un registro fósil rico, pues es importante recordar que las finas líneas del pasado están escritas en los estratos, un libro en el que cada vez que se borra una de sus páginas, pierde parte de su historia, de una manera incontrolablemente irreversible, su conservación es labor y deber de todos.