Contextualización
Justo al norte del barrio de la Estación de Matallana de Torío, muy cerca de la carretera y de las zonas verdes de dicha localidad, se realza una imponente estructura geológica con forma de cresta. Analizando su naturaleza petrológica a partir de los fragmentos disgregados se comprueba que se trata mayoritariamente de caliza. Esta colosal formación custodia uno de los mayores tesoros paleontológicos de la cordillera Cantábrica, gracias al cual se ha podido conocer y reconstruir los ambientes del pasado de nuestro entorno, así como descubrir los organismos que habitaron en aquellos mares ancestrales.
Yacimiento paleontológico de Matallana de Torío |
Las mencionadas calizas se asocian a la "Formación Portilla", un conjunto de rocas que fueron originadas en un fondo marino durante el Devónico Medio, hace unos 375 millones de años. Estas rocas sedimentarias se caracterizan por ser muy ricas en fósiles de gran variedad de organismos que formaron parte de un importante arrecife, por lo que se dice que se tratan de calizas arrecifales. La alta abundancia de seres vivos con esqueleto carbonatado propició los procesos diagenéticos que dieron lugar a la constitución de estas rocas calcáreas, las cuales mantienen unas características estructurales muy particulares, aspecto que facilita una rápida identificación sobre el terreno de las mismas.
Calizas coralinas de la Formación Portilla, con unas tonalidades rojizas debido a su naturaleza fangosa y arcillosa, junto con un alto contenido fosilífero |
Durante ciertas franjas temporales dentro del periodo Devónico, las condiciones oceánicas fueron idóneas para el desarrollo de arrecifes coralinos (poca profundidad, temperatura cálida, poca turbulencia, gran afluencia de nutrientes, etc). El análisis de las rocas de la cordillera Cantábrica ha posibilitado dilucidar que, durante el Devónico, existieron al menos 7 episodios en los que los arrecifes prosperaron en aquel fondo marino. Los dos episodios arrecifales considerados como los más relevantes son: el ocurrido a finales del Devónico Inferior que ha quedado registrado en las calizas de la Formación Santa Lucía y, por otra parte, el desarrollado durante el Devónico Medio, cuando se formaron las rocas de la Formación Portilla, coincidiendo con el afloramiento de Matallana de Torío.
El origen del yacimiento
El planeta Tierra desde un punto de vista geológico se encuentra en constante cambio, manteniendo una fuerte dinámica interna que tiene repercusiones importantes en la superficie terrestre. Existen una serie de estructuras móviles situadas sobre la astenosfera que reciben el nombre de placas tectónicas, sus desplazamientos son responsables de que, a lo largo del tiempo geológico, se formaran nuevos océanos a costa de que otros desaparecieran. Todos los acontecimientos relacionados con los movimientos de las placas tectónicas se agrupan bajo la denominada teoría de la tectónica de placas. De forma más específica, los desplazamientos de las placas tectónicas desencadenaron que la cuenca marina en la que se formaron las rocas de la cordillera Cantábrica cambiase de posición a lo largo del tiempo. De esta manera, durante el Devónico Medio, dicha cuenca marina estaba emplazada en el trópico sur, a unos 8.000 kilómetros del lugar que ocupa en la actualidad la resultante cordillera. En esas latitudes tan diferentes el clima era suave y cálido, las aguas eran limpias y con altas concentraciones de oxígeno. Unas condiciones realmente idóneas para el despertar de la vida, un desarrollo masivo de organismos con esqueletos carbonatados, como los corales y algunos tipos de esponjas, encajados dentro de un ecosistema prospero que generó grandes arrecifes.
Así, durante el Devónico Medio se formaron grandes arrecifes a lo largo del fondo oceánico, un medio en el que se empezaron a gestar las rocas cantábricas. Como en los arrecifes que podemos encontrar en la actualidad, las especies del pasado podían llegar a alcanzar grandes dimensiones, generando una amplia red cercana a la línea de costa. Tras el episodio arrecifal del Devónico Medio, durante el Devónico Superior y parte del Carbonífero, los arrecifes de la Formación Portilla fueron quedando cubiertos por nuevos sedimentos marinos, quedando enterrados en el fondo de la cuenca sedimentaria. Así, con el paso del tiempo, estos arrecifes coralinos pasaron a formar parte de la Formación Portilla, intercalados entre el resto de rocas de esta esta formación.
No obstante, el yacimiento arrecifal en la actualidad se encuentra expuesto a la superficie y con una disposición muy diferente a la de su formación. Este hecho se debe a la influencia de la orogenia varisca, que tuvo lugar a mediados del Carbonífero. La colisión entre dos placas de la corteza terrestre provocó que las rocas que se habían formado en el fondo de la cuenca marina se plegasen, se fracturasen y se elevasen, dando lugar al inicio de la formación de la cordillera Cantábrica. Obviamente, los materiales del arrecife coralino intercalados entre las rocas también fueron afectados por la mencionada orogenia y acabaron sufriendo los mismos procesos que el resto de estratos. Por eso, en Matallana de Torío, las capas en las que se integran los restos de estos arrecifes aparecen en ángulo muy distintos al horizontal, llegando incluso a aparecer totalmente verticales, claramente opuesto a lo observado en las condiciones originales cuando el arrecife estaba vivo.
Pliegue tumbado con tendencia a manto de corrimiento próximo al yacimiento originado durante la orogenia varisca |
La evolución del arrecife
Los arrecifes constituyen estructuras coloniales vivas, desde su formación pasan por distintas fases de desarrollo. El arrecife de Matallana de Torío no constituye una excepción, y a lo largo de su evolución pasó por un total de tres fases claramente diferenciadas:
Evolución del arrecife de Matallana de Torío |
Fase inicial o primera fase (1): en ella numerosos organismos se asentaron sobre un fondo fangoso y arenoso, se fueron fijando y proliferando de tal manera que constituyeron un soporte sólido sobre el cual se asentarían nuevas especies. En este sentido, se conoce que los organismos de la fase inicial estaban adaptados a ambientes someros y tranquilos, ya que en dicha fase, el arrecife aún se encontraba lo suficientemente alejado de la superficie y, por consiguiente, protegido de los efectos producidos por el oleaje. El ecosistema constaba principalmente de corales ramificados, muy delicados, por lo que no habrían conseguido sobrevivir si las condiciones del medio hubieran sido más turbulentas. Todo el sedimento fangoso que se generaba en la zona se iba depositando progresivamente en el fondo, la ausencia de corrientes limitaba su transporte, por lo que este sustrato supuso un elemento limitante en las especies que eran capaces de asentarse en este entorno, ya que tanto corales como esponjas necesitan de un soporte firme sobre el cual desarrollarse, algo que apenas existía en esta fase temprana. Por este motivo, lo habitual era que estos grupos se adaptasen fijándose a los esqueletos carbonatados de otros organismos muertos, dando lugar a unas asociaciones muy peculiares que se han conservado hasta el presente en el registro fósil. De esta manera, los corales y esponjas capaces de adaptar su morfología a cualquier tipo de sustrato y hacer frente a la caída de barro sobre sus colonias, tenían más probabilidades de prosperar que los que no podían hacerlo.
Thamnopora boloniensis - Devónico Medio (Matallana de Torío). Se puede apreciar como este cnidario tiene una clara bifurcación en su estructura |
La riqueza de arcillas en las capas rojizas del yacimiento favorece que se disgreguen y erosionen con relativa facilidad. Por este motivo, la región de la fase inicial se encuentra más alterada que las adyacentes, y por las proximidades de ella se pueden encontrar numerosos fragmentos de roca y fósiles con una abundancia sin precedentes.
Fragmentos de roca caliza y restos fósiles disgregados del estrato original que los contenía |
Los fósiles de este yacimiento muestran un excelente grado de conservación, lo cual ha contribuido de manera notoria a la hora de esclarecer y describir la anatomía que debieron poseer durante su vida en el arrecife. Además, el estudio fósil también ha permitido ofrecer gran cantidad de información sobre el modo en el que interactuaban las distintas especies arrecifales.
Asociación compleja de corales fósiles. Coral masivo creciendo sobre el esqueleto de un coral ramificado |
En el yacimiento de Matallana de Torío son frecuentes los fósiles con forma de placa, de un pequeño tamaño. Estas estructuras constituían el pedúnculo de los crinoideos. Suele estar presente un orificio central, en cuyo interior se extendían el aparato circulatorio y digestivo, así como el sistema nervioso del animal.
Placas pedunculares de crinoideos presentes en el registro fósil |
En este entorno somero también eran muy frecuentes los braquiópodos, de aspecto muy similar a los bivalvos, sin embargo, son dos grupos taxonómicos diferentes.
Braquiópodo procedente del yacimiento con morfología similar a bivalvo |
Estos organismos se alimentabas de las partículas suspendidas en el agua, que filtraban gracias a un órgano llamado lofóforo. Los braquiópodos se han extendido hasta la actualidad aunque durante el Paleozoico fueron mucho más diversos.
Braquiópodos con morfologías diversas, evidenciando la amplia riqueza de especies que albergaba el ecosistema arrecifal |
En este ecosistema también se desarrollaron corales rugosos solitarios, caracterizados por un relieve presente en el exterior de sus esqueletos carbonatados. Suelen tener forma cónica o de cuerno.
Coral rugoso solitario |
Fase intermedia o segunda fase (2): aparece representada en una fina capa situada justo por debajo de la gran cresta caliza. Estas rocas siguen manifestando ciertas tonalidades rojizas, pero los fósiles que contienen revelan un destacable cambio en las condiciones ambientales. De este modo, durante el transcurso de la fase intermedia se fueron acumulando los esqueletos carbonatados de los organismos que iban muriendo. Este hecho supuso que el arrecife ganase altura, por lo que fue quedando cada vez más próximos a la superficie del agua, donde cada vez los efectos del oleaje se hacia más notorios sobre el ecosistema arrecifal. Los gráciles corales ramificados y laminares que abundaron durante la primera fase, ya no eran capaces de tolerar el movimiento del agua sin romper su estructura, y fueron sustituidos por otros corales que formaban colonias más resistentes, con morfologías más aplanadas.
Fase final o tercera fase (3): la acumulación de esqueletos carbonatados durante tanto tiempo tras la muerte de los organismos generó una estructura de naturaleza calcárea lo suficientemente gruesa como para alcanzar la superficie del mar, en este momento la fuerza del oleaje sobre las formas de vida presentes era total. Un condicionante que limitó la lista de especies que podían habitar en este nuevo entorno, de modo que solo las formas más resistentes fueron capaces de sobrevivir. De esta manera, los corales y esponjas con formas masivas fueron los más abundantes durante la fase final.
Detalle del rico elenco de fósiles integrados en el suelo del yacimiento |
Los fósiles localizados en este yacimiento constituyen un bien comunitario que debe ser protegido, realzado y conservado para las generaciones futuras. Gran parte de las imágenes proceden de muestras fotografiadas sobre el terreno y que, por consiguiente, volvieron a quedar depositadas en el lugar exacto de su observación, sin alterar el rico elenco paleontológico que ofrece este entorno. Por otra parte, algunas muestras fueron estudiadas durante la visita a museos y colecciones regionales, como la exposición paleontológica permanente de la Cueva de Valporquero.